Dios anterior a todo
«En el principio Dios». Así empieza el texto. El autor bíblico parte del postulado que es para él la evidencia primera: Dios es. Dios existe antes de todo, antes que los seres, antes que los elementos, antes que el tiempo. No necesita ninguna demostración y no procura dar ninguna. Es un dato primario nada tiene sentido ni realidad sin Dios.
Dios, creador
«En el principio Dios creó.» El Dios de la Biblia no es una idea, una fuerza ciega e impersonal, es un ser, es el Ser por excelencia. Es una persona, tiene una voluntad. Crea no por casualidad o por necesidad, sino por libre elección voluntaria. Crea con un propósito, crea para el bien. Volveremos más adelante sobre esta importante noción.
Dios, todopoderoso
«Dijo Dios... y fue así» (Ge. 1:6,7). El Dios de la Biblia no es un demiurgo como todos los dioses «creadores» de las religiones antiguas. Todos ellos dependen de una materia preexistente, a menos que ellos mismos no sean materia. En todo caso, hubo un tiempo en que no existían. Su creación tanto en Egipto como en Mesopotamia no es, en el fondo, más que una organización.
Por el contrario, el Dios de la Biblia es absoluto. Crea a partir de ninguna otra cosa más que de Sí mismo. Lo saca todo de Sí mismo y hace surgir todas las cosas a la existencia por Su palabra, es decir, por el acto simple de Su decisión soberana.
Los dioses de la antigüedad sobre todo en Babilonia modelan el mundo con esfuerzo. Es una lucha, un combate, largo, penoso y sangriento; el Dios de la Biblia crea constantemente. No necesita tiempo. Él habla y lo que dice es (existe), «Dijo... y fue así» (Ge. 1:9).
Una creación perfecta
Esta noción resalta hasta la evidencia por la elección de las expresiones por el autor: «Era bueno», «era bueno en gran manera». Estas expresiones forman como un coro o estribillo (Ge. 1:4, 10, 12, 18, 21, 31). Está, pues, clara la intención: la creación divina era perfecta desde su origen. Dios no encontró Su camino poco a poco palpando. No necesitó bosquejo ni borrador. No creó un mundo caótico, incoherente y cruel en el que fuera necesario matar para sobrevivir. La ley de la selva no es la ley divina de los orígenes. Al contrario, se nos presenta el mundo como ideal sin una nota falsa. Los capítulos ulteriores del Génesis y, en realidad toda la Biblia desarrollarán, este tema de la perfección original que el pecado abolió. Lo que introdujo el mal fue la ruptura del lazo de unión entre el Creador y la criatura. El mal no existía en el origen, no es inherente a la creación divina; es un invento de la criatura, no del Creador. Permítasenos insistir en esto: es el corazón mismo de la revelación cristiana que se halla aquí enseñando con estas pocas palabras, desde las primeras líneas de la Biblia. Se podría resumir todo el propósito de la Biblia, con las siguientes frases: «La creación perfecta de Dios fue destruida obliterada por el pecado de los hombres. Esta perfección será finalmente restablecida al fin de los tiempos gracias a la redención adquirida por Jesucristo para todos los que crean en Él».
Es por esto por lo que Jesús habla del «restablecimiento de todas las cosas». Y San Pedro, como todos los cristianos, espera «cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales mora la justicia» (2 P. 3:13). Toda la Biblia afirma con San Pablo que «la paga del pecado es la muerte» (Ro. 6:23) y que la muerte no es una fatalidad querida por Dios.
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